sábado, 3 de julio de 2010

¿Ya se va, papito?

"El alcalde que me amó" (pieza de teatro escrita por la célebre cuerda de nylon), ahora nos trae el episodio de los desalojos.
El fulano se dispuso a ordenar esta atiborrada ciudad (proceso iniciado, hay que decirlo, por otros benémeritos alcaldes). Mandó largar a los vendedores ambulantes y a los puestos no-tan-ambulantes alrededor de los hospitales. La opinión pública celebró cual bandera brasileña; los contribuyentes fiscales puntuales, las Cámaras de Comercio, de Industria, y de fotografía y las acondicionadas ventas de comida rápida también se unieron al coro de aprobación. Los únicos que ladraron fueron, bueno, los perros. (Es cosa sabida que los puestos callejeros cultivaron una alianza vieja y transitoria con sus co-inquilinos caninos basada en la donación de sobras.)
Sea como fuere, los desalojaron. Al parecer a nadie le importó demasiado porque no pasó a más (las llantas quemadas y las piedras están dentro del orden natural de las cosas, salvadoreñamente, pues).
Pero los desalojaron...¿por qué? Recuérdese que estamos ante un hombre alcalde que practica onanismo con la palabra Comercio. Los puestos estaban dentro del orden de la oferta y la demanda, sin duda. No puede ser esa la razón, a menos que nuestro alcalde se haya vuelto anorgásmico de repente. ¿Cuestiones de sanidad, quizá? Si algo es insalubre uno envía tanquetas de lejía y placas de petri y sendos contingentes de técnicos en limpieza e higiene. No, no. El alcalde Quijano es decididamente pro-comercio. ¿Por qué, entonces, desaloja estos mini-comercios, estos potenciales aliados miniaturas? Sencillo: en primer lugar, porque están al margen, porque no caben -todavía- en el orden institucional, en el (si nos queremos poner políticos en serio) "status quo". Pero todo ello, más que la "razón" por la que los desalojaron, es quizá lo que "permitió" el desalojo: carecen de apoyo político-económico para mantenerse, para negociar un espacio.
Lo que se da es la imposición del dominio del espacio público burgués. A la ciudad burguesa le importa un pito que se talen bosques para instalar negocios o que la aplanadora del progreso destruya sitios arqueológicos. Lo ílicito, lo escandaloso, es que el espacio público produzca. Hace algunos años desalojaron a un campesino que cultivaba maíz en los arriates frente a la Universidad de El Salvador. Le dijeron que era muy loable su cruzada solitaria por reactivar el agro, pero que por favor lo hiciera donde no ofendiera la sensibilidad ciudadana (alcaldía administrada en ese momento por, ejem, la izquierda).
Ese es el "ordenamiento": que el espacio público luzca ocioso, y que el espacio privado produzca. *(Cf. Thorstein Veblen, Teoria de la Clase Ociosa)**

*Supongo que ello ayuda a mantener alto el desempleo; cuestión indispensable para los patrones, en vista de la elevación alarmante de los salarios mínimos.
**Sirva esto de llamado de advertencia a los choripaneros de la capital. ¡Choripanes del mundo, uníos!
***Nota mental: no pastorear mi manada de alpacas en parques públicos, ni ofrecer servicios sexuales

6 comentarios:

Luz dijo...

Y es que el nuestro resulta un alcalde estético ante todo.
Si se mueren de hambre, que se mueran a escondidas; por el bien de El Salvador, (coma y pausa)IMPRESIONANTE.

Luz dijo...

Y lo seguiré diciendo... A los choripanes NADIE me los toca.

Lucas dijo...

Exacto, un alcalde estético, para ciudadanos estéticos. Me gusta.

Hay que organizarnos en defensa de los choripanes XD

Pericuyo dijo...

"Le dijeron que era muy loable su cruzada solitaria por reactivar el agro", genial, jajajaja. Maitro muy buen post.

Raúl Marín dijo...

"Norman viene pronto. Y viene con fuego consumidor". Aún hay tiempo.

Ester dijo...

pobre don Norman, pero es que se lo ha ganado a pulso. Ojala que haga mas por los simbolos patrios.

nota mental: y esto no es todo, todavia hay mas, no se dejen impresionar, el monito hace mas gracias